viernes, 31 de agosto de 2012

Campaña de Omertà (II): los inicios de la banda

Antes de meteros en materia, quizá os interesaría conocer a los chicos de la Avenida Dropsie

¿Los inicios de la banda de la Avenida Dropsie? Bueno, antes déjame que te cuente cómo es la Avenida Dropsie. 

Llamar "avenida" a eso es demasiado ambicioso. Se trata de una calle con un carril por sentido. Los servicios de limpieza no pasan por aquí tan a menudo como sería deseable. Los chicos juegan sobre el asfalto al béisbol, imitando a los Blacks. Las madres y abuelas compran en las tiendas locales lo poco que pueden permitirse  y regresan a casa con sus bolsas de la compra medio vacías. La vida es dura aquí. Tanto, que cuando los PJ eran unos niños la visita de un camión de helados era todo un acontecimiento: casi nadie tenía dinero para comprar algo, así que los chavales se las ingeniaban para robar algo. Al verano siguiente, el camión de helados no volvió.

A un lado y otro de la calle se alzan tenements, bloques de viviendas construidos para albergar las oleadas de inmigrantes que llegaban a Estados Unidos en busca de fortuna. 


Todo el mundo se conoce aquí. hay pequeños comercios de italianos; casi todos están en su segunda generación de propietarios.

Sí, sí, ya te cuento cómo empezaron los chicos de la Avenida Dropsie. Te advierto que es un poco violenta. Como todo en Creekville.

Estos chicos llevan trabajando juntos unos dos años. En 1923, cuando empezó todo, eran simplemente un grupo de amigos que se buscaban la vida para salir adelante. Algún trapicheo, algún robo. Cosas pequeñas. De vez en cuando les ayudaba Buonanotte, un chico casi recién llegado de Italia que estaba aprendiendo a boxear.
 

Había unos catetos en el barrio. Creían que nuestros amigos querían pisarles el terreno. Todos venían de Raddusa, un pueblo siciliano donde no hay más que mierda de oveja y campos de trigo que parecen más secarrales que otra cosa. Ahora estaban en Creekville, en la Avenida Dropsie, y se creían muy importantes. Los dueños de la calle. No les hicieron mucho caso cuando los raddusanos les pidieron una comisión por sus actividades, pero dijeron que iban a dejar de trabajar en el barrio. No fue así: simplemente lo hicieron de modo más discreto.

Tarde o temprano las cosas acabaron por saberse. Tenían que sacar adelante a sus familias y ellos les ponían trabas. Una noche, los raddusanos fueron a vistarles, dispuestos a dales una buena. Bates, navajas y mucha chulería. Su cabecilla no tenía la suerte a su favor: antes siquiera de que empezara la pelea, Luca le empujó; cayó y se golpeó la cabeza con el bordillo. Seco como un pajarito nada más tocar el suelo. Con el revuelo, nuestros chicos escapar enteros, cada uno como pudo. ¿Que quién es Luca? El hermano mayor de Terremoto Marconi.

La policía se aplicó en la investigación y dos días después empezaron a perseguir el coche en que viajaban Luca, su hermano Terremoto y Buonanotte. Acabaron escapando por la carretera a Chicago, que se extiende hacia el Oeste flanqueada por tupidos campos de maíz. Una rueda reventó y el coche volcó. Buonanotte logró escapar a la carrera y Terremoto salió despedido del vehículo, aterrizando entre el maíz. Cuando despertó tenía unas cuantas costillas rotas. Se arrastró con cuidado hasta la carretera para ver cómo los agentes sacaban a Luca del coche. Le acusaron de asesinato, pero no pudieron demostrar ningún agravante y sólo le cayó perpetua. Cadena perpetua. Se dice pronto.

Eso fue lo que hizo que los chicos se plantearan las cosas con más seriedad. Nadie, y menos esos catetos de Raddusa, iban a decirles lo que podían o no podían hacer. Dejaron pasar unas semanas y les devolvieron la jugada a los de Raddusa. Pillaron a uno de ellos en un bar, solo. Le sacaron al callejón y le dieron la paliza del siglo. El Afortunado no hizo honor a su mote, porque aquel chico le rompió una botella en la cara. El caso es que ese puerco acabó en el hospital, donde murió tres días después.

Ellos no se iban a quedar de brazos cruzados, claro. Intentaron cazar al Dandy tendiéndole una emboscada muy cerca de su casa. Dio la casualidad de que Terremoto y Buonanotte habían decidido pasar a tomarse unas cervezas con él. Llegaron justo a tiempo para salvarle el pellejo. Terremoto se llevó un tiro limpio en el hombro y el Dandy un navajazo en el abdomen, pero lograron salir adelante. El que tuvo menos suerte fue Buonanotte. Los catetos de Raddusa no le tocaron, pero la policía sí le echó el guante. Como no le pillaron en la escena del crimen sólo le cayeron cuatro meses de condena.

El precio a pagar podría haber sido infinitamente más alto. Nuestros chicos no podían dejar que ocurriera algo así de nuevo. Había que acabar con todos los raddusanos de un solo golpe; sólo eran cinco, no podía ser tan difícil si les pillaban con la guardia baja. Con unos cuantos billetes en el bolsillo adecuado, conseguieron la información adecuada. Todos esos desgraciados iban a reunirse el 19 de septiembre para celebrar la fiesta de la cosecha de su tierra; iban a ir a hacer un picnic en una zona concreta en las faldas del Bald Mount. Fueron a por ellos. Estaban con sus mujeres e hijos pero los chicos de la Avenida Dropsie procuraron apuntar. Sin embargo, algo le pasó al Labios: se le cruzaron los cables y disparó al bulto. Estaba como enloquecido, fue como si hubiera vuelto a la guerra. Todos ellos cayeron, y también dos mujeres y un niño. Los periódicos hablaron de la matanza durante una buena temporada. Hubo dos supervivientes: una de las mujeres y un niño de dos años.

Durante varias noches, a todos los miembros de la banda les costó conciliar el sueño. No fue nada personal, sólo negocios. Ni siquiera eso: fue supervivencia. Pura y llanamente. Ellos habrían hecho lo mismo en su lugar. Ya podían vivir tranquilamente. Aunque claro, bien pensado, ahora nadie se interponía entre ellos y el control del barrio... ¿Por qué subsistir cuando podían vivir un poco mejor?

 

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